La feria de los editores, qué es y por qué existe


Organizada en el centro cultural Konex, en pleno corazón de la ciudad de Buenos Aires, tuvo lugar el pasado 10 hasta el 12 de agosto la conocida Feria de Editores 2018. Un evento que seguiría pasando desapercibido (como hasta el año pasado) si no hubiera sido porque en esta edición los organizadores la extendieron un día más y realizaron más difusión de prensa, así como sumar más patrocinadores a la convocatoria.

El centro cultural Konex es un recinto para conciertos y fiestas con ese estilo "under" indiscutible en cada pared, esquina o techo del lugar. Los muros están la mayoría sin pintar y algunos desquebrajados, el enorme galpón se mantiene en una especie de estado de abandono, y el suelo no es cuidado ni siquiera un poco cuando algún adoquín se suelta del piso. Las escaleras están pintadas de naranja, la enorme escalinata que conduce a un anfiteatro donde se expusieron charlas de escritores. El entorno es bien under y punk, un ambiente que no dejó de influenciar en la feria de editores por más que muchos sellos no estuvieran tan ligados a este cariz, aunque a la mayoría les era conocido este ambiente.

Podríamos decir que la Feria de Editores del 2018 rememoraba en ciertos aspectos a esas viejas ferias del libro independiente, sobre todo el entorno en el que sucedió el evento, aunque por supuesto queda muy lejos de aquella en lo que respecta a las editoriales que participaron, el nivel de sus editores y a los escritores que realizaron charlas y conferencias.



Los responsables de la organización de este evento son ya conocidos en el mundillo de las editoriales medianas y pequeñas, aunque algunos sigan llamándolas, equivocadamente, "independientes". Son dos muchachos que empezaron a vender sus libros del mismo modo a cómo está ideada y pensada esta feria de editores: llevar los libros, ponerlos sobre una mesa y venderlos a un público joven y curioso. Estos chicos empezaron de a poco, y no podemos negarles a ellos este mérito. Se los podía ver a veces en bares, o eventos culturales marginados, detrás de una mesa, a los dos solos y con una cara un poco avergonzada, pero seguros de su proyecto, firmes y decididos.

Al pasar de los años convinieron que ya era hora de ponerse delante de la caballería y organizar ellos mismos las ferias a las que antes eran menos participantes. Se juntaron con otro grupo de editoriales amigas y lograron organizar la primera feria de editores en un bar cultural de almagro, llamado La Tribu. Allí dentro cabían a duras penas unas veinte editoriales, y el evento fue teniendo más aceptación al segundo año, cuando decidieron llevarlo también a la universidad de ciencias sociales por primera y única vez. Al año siguiente, pensaron que ya era hora de salir de las sombras y mostrarse al público como una feria más consagrada, y empezaron los preparativos en un ambiente mucho más amplio, en un recinto ubicado en Colegiales, con el propósito de que el número de editoriales fuera mayor. En el 2017 hicieron lo propio mudándose a otro espacio en Chacarita, en el que pudieron (ese era el objetivo) seguir sumando más editoriales al evento, con lo que lograron congregar a unas 170 editoriales y se confirmaron como una alternativa bien específica a la exposición de las editoriales menos conocidas, pero no por ello menos dedicadas al arte de la edición.

El concepto de la feria es, según sus idearios, realizar un "vínculo" entre el lector y el editor, dándoles a ellos la oportunidad, según dicen, de conocer los entresijos editoriales e inquietudes acerca de la edición de los libros. Como ven, en este marco queda relegado por completo el autor del libro, haciendo hincapié por encima de todo al trabajo de edición y al productor de estos objetos de alto valor cultural, que son los libros. En la feria de editores pareciera entonces que lo que más importa, y es lo predominante, es la figura del editor y no del texto escrito, o mejor dicho, del trabajo intelectual vertido en esas hojas que fue exclusivamente obra de un escritor, ensayista, filósofo o poeta. En esta feria, que ya lleva siete convocatorias, el lector puede vincularse a la obra del autor mediante las charlas y talleres que se suceden paulatinamente al evento en sí mismo, con la participación de muchos autores ligados a las mismas ediciones que se venden en el recinto de la feria. Es, a todas luces, un evento cultural realizado a pulmón desde la cocina editorial de las producciones más alternativas, y desligadas del sistema de grandes editoriales que dominan el mercado de los libros.

El lugar del evento, el Konex



El funcionamiento de la feria es simple, cada editorial dispone de una mesa de un metro y medio de ancho y medio de largo para exponer sus ediciones. Los tablones para posarlos no son gran cosa, podrían partirse de una simple patada con la fuerza necesaria. Aguantaban bien sobre unos caballetes de madera igualmente ya usados y que se pueden conseguir en cualquier mueblería de pino. En este sentido, la estructura de la feria es precaria y busca abaratar costos, y mirándolo desde un punto de vista más crítico, no ha evolucionado casi nada de las primeras ferias de editores, organizadas hace cuatro años en el bar de La Tribu. Sigue siendo eso, una pequeña mesa para ubicar siete títulos a lo ancho y cuatro a los largo, haciendo especial mención a las últimas ediciones, o a los libros más vendidos. El feriante, o el editor que debe estar presente para hacer honor a la feria y tener ese vínculo con el lector, se ubica detrás del tablón endeble, aunque su espacio de movimiento es bastante reducido. Apenas puede darse la vuelta que ya tiene un muro o a un feriante que se encuentra en el otro pasillo. Si bien es cierto que hay que incluir a muchas editoriales, y aprovechar todo el espacio posible para que ninguna se quede afuera (muchas son las que se anotan a la convocatoria durante el año de inscripción) no deja de ser este aspecto un factor más de su precariedad, aunque quizás, esto no les importe mucho a los amantes de las ferias. Se pude solventar fácilmente con una amena charla y unas buenas cervezas, y asunto terminado. Aunque ya se han escuchado algunas voces de editores que mencionaron este aspecto como un dato negativo en el número de ventas, en relación a la feria del año pasado. Hubo más oferta, y el público solo fue mayor gracias a que duró un día más. Quizás esta feria se merezca mantenerse en un número concreto de editoriales, y no tratar de congregar a todas las existentes, habidas y por haber.  

El lugar era amplio, pero tenía sus pormenores. Algunas palomas carroñeras entraban cada tanto al enorme galpón y se posaban en los fierros del techo, soltando cada tanto sus necesidades que caían al desafortunado feriante que por desgracia se encontraba justo debajo de ellas. Podía caerle tanto en un libro y mancharlo, como en sus pertenencias, y en el peor de los casos, sobre su cabeza. También, en la zona oeste del recinto, se encontraba la parte más expuesta al exterior y al frío. Las editoriales que tuvieron la mala fortuna de exponer sus títulos allí, sobre todo durante el primer día, literalmente se congelaron como cubitos de hielo. A muchos les parecía estar en la misma región de Siberia, o en Tierra del fuego. Quizás estos fueron los detalles o pequeñas desavenencias de llegar a incluir tantas editoriales, ni más ni menos que 250, en un ambiente como aquel. Todas podían caber, pero había que atenerse a las consecuencias: espacios pequeños, tanto para el lector que caminaba por el pasillo como para el feriante que vende, padecer el frío de la época y algunos otros asuntos quizás de menor mención, pero no menos fastidiosos. Igualmente, el amor al libro y a mostrar sus trabajos rompía todos esos inconvenientes, que al final y al cabo, al currante de pura cepa y al editor, y lector mismo, no les importa demasiado.

La feria duró tres días y muchos fueron los que asistieron al evento cultural alternativo de las editoriales más guerreras. No cabe duda de que fue un gran fin de semana para pasarlo bien entre libros y la cultura más incipiente, y conocer de primera mano a las editoriales actuales de la Argentina, así como las de México, Colombia y Chile, que también tuvieron su lugar y sumaron un poco más de prestigio a esta feria que empezó en un bar de Almagro, con no más de veinte editoriales amigas. Podríamos decir que queda mucho por mejorar, sobre todo en la infraestructura y algunos otros detalles, pero al fin y al cabo, el objetivo está de sobra cumplido, llevar los libros, darlos a conocer y que el lector los compre, con un buen descuento en su precio, y siga nutriéndose de buena literatura y de saberes filosóficos. En realidad, es el objetivo y la misión más importante, que esos libros que se lean sirvan para formar a mejores personas y continuar una importante formación cultural que nunca ha de acabar.





Publicado por Javier Ragau 





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